agosto 23, 2011

Confesión (relato)

-Cuéntame, hijo mío.
-Padre... ¡soy un cerdo!
-Ay, ¿verdad? Qué interesante, prosigue...
-He tenido deseos de violar a una moderna... repetidamente.
-¿Repetidamente has tenido el deseo, o quisieras echarle... practicar con ella más de un coito?
-Lo siento, padre... la teología no se me da muy bien.
-¿Pero hablamos de una moderna en particular, o de cualquier moderna?
-Padre, ¡si todas son iguales! Y cuando las veo pasearse por ahí con su aire presumido, quisiera quitarles todo el aburrimiento a punta de... perdón, padre, pero creo que en el fondo es lo quieren.
-En el fondo, hijo mío, todos queremos lo mismo... amar y servir al Señor. Pero dime: ¿no tienes la misma clase de pensamientos con esas peregrinas suramericanas tan llenas de... devoción, que frecuentan por estos días nuestra ciudad de Mardíz?*
-No, padre. Anoche he conocido a una en la discoteca: ¡me ha enseñado a bailar salsa!
-¡Oh, maravilloso! He oído que las de su raza saben menearlo como nadie. ¿Y entonces, en qué va la cosa? ¡No te habrás portado con ella como un buen cristiano...!
-Claro que sí, padre: quiero proponerle matrimonio, y formar con ella un hogar multicultural y temeroso del Señor, como Dios y nuestra Real democracia lo mandan.
-Muy bien, hijo mío. Entonces, estás perdonado.
-¿Absuelto, padre? ¿Así no más?
-Bueno, ya que insistes, será mejor que te arrodilles y demuestres la profundidad de tu fe... Por cierto, ¿cuántos años tienes?
-...mmm-ugh-mmfh...
-Oh bueno, no importa... crecer no es ningún pecado. Como está la cosa por estos días, dieciseis es algo más que un logro menor. ¡Que Dios te bendiga!
__________________________________________
*Ciudad ficticia.

0 comentarios:

Publicar un comentario